Si quieres finanzas SANAS, toma decisiones INCÓMODAS

Todos queremos unas finanzas sanas, pero pocos estamos dispuestos a pagar el precio que viene con ellas. Así es, aquí vamos con una especie especialmente rara del temido tenemos que hablar así que, por favor, ponte (in)cómodo/a porque vamos a hablar de la responsabilidad financiera y es altamente probable que lo que diga a continuación no te vaya a gustar… De todas formas, lee hasta el final.

por Miguel A. Caloca, Fundador de Godín Financiero.

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Son las 2:30 pm. de un día cualquiera, yo voy caminando por Paseo de la Reforma y hace un bellísimo día: el clima está soleado, los ánimos son buenos y todo parece ir viento en popa, la vida es bella. Hay pocas cosas que pudieran mejorar una situación así, ¿cierto?

Pero, ¿no valdría la pena intentar con un helado o quizá una hamburguesa para celebrar tan bello día de existir? Cambia ese helado/hamburguesa por cualquier otra cosa que se te antoje, desde una guajolota con Doña Pelos hasta un macchiato venti frappuchino caramel -¿lo escribí bien?- con crema batida y chispas de chocolate en el Starbucks (Starbocs) de tu preferencia. Tanto más da, el punto es consentirse, ¿no es así?

Quizás, quizás, quizás, pero hoy no es el día para hacerlo. Verás que, esta suele ser una encrucijada clásica que, estoy bastante seguro, cualquiera de nosotros (o cuando menos una aplastante mayoría) ha tenido como desafío por el bienestar de sus estabilidad financiera. Ya sé lo que estarás pensando: “Espera, ¿en verdad estás relacionando un café dominical con mi posiblemente precaria situación financiera?” Mmm… Más o menos, a continuación me explico mejor.

Planificar te dará finanzas sanas

El problema per sé no es que quieras -o no- tomar un helado o algún café en cierta soleada tarde de domingo. Después de todo, es válido. Más bien, el problema viene de (i) una falta de la debida planeación y (ii) una constante necesidad de seguir “mejorando” nuestros deseos y su consecución.

Lo primero se resuelve con un Presupuesto y punto (en en este vídeo te digo cómo hacerlo y en nuestro grupo de Facebook podrás encontrar dos o tres plantillas que seguro te ayudan). Pero sobre el segundo punto nos enfrentamos a algo mucho más difícil de lo que pareciera. Después de todo, una pregunta que pocas veces nos hacemos es “¿cuándo ha sido “suficiente”?”…

Dentro de La Sociedad del Consumo la palabra suficiente se aborrece. Decirla está prohibido pues se cree (erróneamente) que evoca la escasez. Sin embargo, lo cierto es que muchas veces -la mayoría-, simplemente evoca la reflexión, estimula el pensamiento, busca la crítica. Después de todo, ¿cuándo fue la última vez que fuiste feliz con aquello que tenías?

Nos duela o no el admitirlo, la felicidad es una habilidad que el ser humano puede ejercitar día con día. Sin embargo, en los tiempos recientes, hemos perdido nuestra propia capacidad para ser felices con lo que tenemos (sin que ello signifique, necesariamente, ser conformistas de nuestra situación). Se ha sucumbido ante el consumo como señal de éxito y felicidad. Basta ver una buena película de Hollywood para encontrar un sinnúmero de elementos que componen el estatus, el éxito, la felicidad y las expectativas de consumo.

Después de todo, en la Sociedad de Consumo, los seres humanos somos típicamente valorados en función de nuestra capacidad de consumo. Ya ni siquiera es necesario tener un mínimo de pensamiento crítico. Retomando a nuestro insigne René Descartes en su frase más popular, hoy día queda como se señala aquí: Consumo, luego existo.

Y dentro de este consumo, es poco común que se planifique. Todos los días somos bombardeados de publicidad, directa e indirectamente. Ya sea un anuncio en el tablón mientras caminamos, o bien el que aparece en la pantalla de nuestro celular, tanto como las interminables stories que nuestras amistades comparten sobre sus actividades de consumo. Cuando vemos que los demás hacen algo, es muy común y mucho más probable, que repliquemos dichas actitudes y/o comportamientos.

Pero, aquí el asunto es que al consumir en el momento presente, es bastante común dejar relegado al olvido el cuidado de nuestras finanzas en el mediano y largo plazo. Dicho de otra manera, sencillamente no podemos ver por nuestro propio bienestar.

Claro, esa hamburguesa con doble queso y tocino ha sido -probablemente- lo mejor de tus últimas 24 horas. Pero, ¿cómo va esa pensión? O bien, ¿qué tal si hablamos del trabajo? Muchas personas se encadenan mediante sus deudas y/o hábitos de consumo a seguir en un lugar donde no son felices. Y, a todo esto, ¿no es ironico que pases más de 8 horas diarias en un lugar donde notoriamente no eres feliz solo para poder gastar en cosas que deberían hacerte feliz, aunque no lo hacen?

Damas y caballeros… Con ustedes, ¡La famosísima Carrera de la Rata! (más de ello y cómo salir en este artículo). Su descripción gráfica viene como te lo indico a continuación:

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Sin embargo, si tú eres una de estas personas entonces no te sientas tan mal. Ya que resulta que es posible trabajar con esta cuestión y aprender a pensar en términos del largo plazo, ¡en serio! Ahora, seguro que recuerdas un vídeo que -en su tiempo- se hizo muy popular. Es un experimento en el que se pide a unos niños resistir un periodo determinado de tiempo sin tocar unos dulces (prometiéndoles una recompensa transcurrido el tiempo), para que después los adultos les dejen solos en la habitación. Aquí te dejo una pista que podría refrescarte la memoria…

Ahora, si no conoces este experimento, aquí puedes ver el vídeo (créeme, vale la pena). Ahora, lo interesante de este vídeo no es ver como la niña se desmorona en desesperación mientras se da cuenta que será descubierta por haber hecho lo de que no debía hacer, sino más bien sus conclusiones.

De hecho, otro estudio similar (pero en el que se dio seguimiento a los niños durante décadas) indicó que aquellos niños que habían tenido la capacidad de autocontrol para resistirse, les había ido mejor en la vida. Pero, y ojo aquí, esto no significa que estés condenado/a al fracaso. Ya que estas conductas, hábitos y actitudes pueden modificarse.

Siempre debes recordar que somos seres de hábitos. Y, aunque esto significa que podría ser (y seguramente lo será) difícil dejar atrás un mal hábito de consumo, también podemos transformar ese hábito y sustituirlo por uno mejor. Ejemplos hay bastantes, pero podrías observar los cambios radicales que se realizan en quienes han dejado de fumar o los grupos de Alcohólicos Anónimos. Después de todo, el máximo grado de Opcionalidad en la naturaleza es la neuroplasticidad de nuestro cerebro.

Así que, bueno, ya lo sabes, ¡aún existe salvación para ti! Solamente tendrás que comenzar a fomentar y realizar tus ejercicio de manera periódica para que se conviertan en un hábito.

¿Por qué evitamos las decisiones incómodas?

Estoy firmemente convencido de que si queremos algo bueno en nuestras vidas (desde finanzas sanas hasta una relación top), necesitamos esforzarnos y -como no- pasar por una serie de conversaciones incómodas.

Conviene aclarar que estas conversaciones incómodas -tabú, inclusive para algunos/as- no siempre son con otras personas (aunque generalmente nos imaginamos que es con alguien más). A veces son contigo mismo e incluyen una definición explícita acerca de quien eres y cómo quieres vivir.

Generalmente, las películas y obras de ficción cuentan con algo que se conoce como “sesgo de supervivencia” y por medio del cual tendemos a concentrarnos únicamente en las historias ganadoras (mismas que suelen tener un buen grado de suerte). Sumando esto al sesgo de confirmación, según el cual discriminamos la información con base en nuestros intereses personales o dicho de otra forma: “No hay persona más fácil de engañar que quien quiere/necesita ser engañada”, tenemos un panorama realmente desolador sobre lo complicado que puede resultar tener unas finanzas sanas.

Aunque, piénsalo bien y, en muchas ocasiones, tú eres tu propio peor enemigo en el camino hacia unas finanzas sanas. Ese “lujito” que te haz dado solo por que era tu cumpleaños, ese aumento en tu capacidad de consumo apenas te confirman un incremento salarial, esa falta de auto crítica para efectos de cuestionar por qué apenas vives de quincena en quincena… Todo está relacionado.

Siguiendo en este sentido, una de mis frases favoritas en la vida es la siguiente:

Nada que realmente la pena se ha logrado nunca sin ningún grado de esfuerzo y sacrificio

Otra forma más popular de decir algo similar es el famoso refrán que dice “quien quiera azul celeste ¡que le cueste!” Y es bastante cierto el dicho. Digo, por algo es un refrán popular, ¿cierto? A lo que voy, en el mundo moderno (la Sociedad de Consumo) es bastante común observar que lo queremos todo sencillo. O, como solían decir antes, que se busca “peladito y a la boca”.

Muchas veces vivimos bajo el engaño más común de todos: Que merecemos solo por respirar. Y aunque es verdad que somos especiales, lo cierto es que tampoco lo somos tanto. Por ejemplo, el “es que me lo merezco” o “para eso trabajo” son dos de las formas más comunes (más de esto en el próximo vídeo) en que justificamos tomar pésimas decisiones financieras. Vamos, admítelo, casi todos hemos estado ahí.

Y sin embargo, lo más probable es que ahora mismo te estés justificando: “O sea sí, pero es que solo fue esa vez”, “La verdad es que había trabajado muy duro”, etc. Guarda las excusas y pretextos, en verdad, no son algo que me corresponda. Y, después de todo, si solo ha sido una vez tampoco es que se acabe el mundo o te lleve a la quiebra, ¿verdad?

El problema radica en que tendemos a ser demasiado condescendientes con nosotros/as mismos/as cuando se trata de esto (por ello es importante tener un Presupuesto y registro adecuados). Pero, una vez más, todos queremos la Libertad Financiera (te explico de qué va aquí) aunque pocos estamos dispuestos a trabajar y tomar decisiones que nos lleven hacia allá.

Ahora, que no he venido aquí a mentirte: La cuestión es casi imposible. Especialmente cuando tomas en cuenta que el Sistema está diseñado para que tú y yo (las personas promedio de este país/planeta) fracasemos en rotundo y no seamos capaces de escalar en el nivel económico.

Sin embargo, buena parte de ello, está en nuestro poder. Mediante la toma de decisiones conscientes orientadas en la consecución de un beneficio en el largo plazo.

La Sociedad de Consumo y sus Peligros

¡He aquí el dilema! Consumir (y ser “felices”) o no consumir (y ser juzgados para quedar rezagados)… Si en algo somos expertos los seres humanos en estos momentos es en no pensar en el largo plazo. De hecho, Naval Ravikant en su libro “El Almanaque de Naval” expresa que:

La sabiduría es la capacidad de una persona de pensar en el largo plazo respecto de las decisiones que toma

Naval Ravikant

Así, la Sociedad de Consumo, nos ha enseñado y fomentado la realización de conductas hedonistas especialmente peligrosas (para nosotros mismos, por no hablar del medio ambiente). Centradas en la consecución de un placer efímero, el cual únicamente puede obtenerse al momento de consumir. Y por consumir no me refiero -necesaria ni exclusivamente- al uso de drogas o sustancias ilegales, hoy día todo ha evolucionado al grado de que somos libres de consumir experiencias (como ir al cine o al Starbucks), estatus (como te sientes frente a otros cuando usas tus Louis Vuitton)… En fin, que tanto hemos avanzado en el mundo del consumo y decaído en el ámbito de la moral que inclusive podemos ¡¡consumir personas!!

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Y no me refiero aquí al contenido para adultos (+18), si no a aplicaciones de “citas” donde nosotros/as mismos/as nos exponemos voluntariamente cual bistecs de carne en el mercado, en tanto que buscamos la consecución de algún que otro placer; ya sea carnal o meramente de compañía. Claro que esta cuestión se ha visto aún más explorada mediante modelos de negocio que incluyen la exposición voluntaria de la intimidad, tal como es el caso de Only Fans.

Y es que la doctrina del consumo nos lleva a pensar en el corto plazo siempre, necesariamente. Así, uno de sus mayores “argumentos” radica en decir que “¿para qué deberíamos ahorrar si no nos llevaremos NADA a la tumba?” (un dilema muy propio del catolicismo mexicano).

Y, por cierta parcialmente, que resulta la acepción. Esto cae fácilmente de la cuenta cuando vemos que nuestras cuentas de ahorro, débito e inversión generalmente tienen designados a ciertos beneficiarios. Y si no es el caso, siempre se cuenta con la posibilidad de realizar un testamento. O bien, de que nuestros familiares realicen un juicio de sucesión intestamentario. Pero bueno, aquí lo importante es entender que, en el caso de que algo nos sucediera -y toco madera dos veces-, nuestro dinero seguramente iría a parar a las manos de quienes más queremos.

Algo que no escapa al criterio de Cooltura Financiera, que hábilmente lo expone en esta publicación (imagen a la izquierda), donde comenta algo completamente cierto: Si no ahorras por que “podrías morir en cualquier momento y no llevarte nada”, ¿qué pasará si realmente terminas viviendo hasta la vejez?, ¿en qué condiciones de precariedad llegarás?, ¿en verdad vale la pena hacer esta apuesta cuando tenemos una esperanza de vida (en México) de aproximadamente 74 años según la OMS?

Y además, ¿en qué se va tu dinero cuando optas por este tipo de “vida”? La respuesta larga hecha corta es la siguiente: Se va a los bolsillos de alguien más. Así de sencillo, comenzar a planear y a confrontar la ideología de consumo aprendida es algo básico para avanzar en nuestras finanzas personales.

Después de todo, la base de la sociedad del consumo radica en crear necesidades inexistentes mediante el estatus o el gregarismo para efectos de impulsar un consumo exacerbado entre todos los sectores de la población (pero especialmente la clase baja y media).

Hacia unas finanzas sanas: Todo aquello que valga la pena…

Si quieres tener unas finanzas sanas, será necesario que realices ciertos sacrificios y esfuerzos: Los que la mayoría de las personas no están dispuestas a realizar.

Entre estos esfuerzos podemos incluir el de presupuestar debidamente, procurar generar fuentes de ingreso adicionales y mantenernos al día en nuestra formación financiera. Dentro del ramo de los sacrificios quizá podamos ver la reducción de nuestro consumo no necesario. Tal es el caso de comer hamburguesas 1 vez al mes en vez de 4. O, mejor aún, de preparar nuestra comida en casa y dejar de gastar en cada salida de la oficina un sueldo que aún no hemos recibido.

Evidentemente, tener unas finanzas sanas es algo que bien vale la pena. Y por lo que muchas personas salen, día con día, y de sol a sol, para efectos de trabajar y generar un ingreso. Sin embargo, una gran mayoría no tiene finanzas sanas. Y esto se debe, a veces, en gran medida a las propias decisiones cómodas que mantenemos respecto de nuestro consumo.

Por que, admitámoslo: Es cómodo no cuestionar nuestras hábitos al consumir. Es cómodo evitar admitir que no tenemos unas finanzas sanas como quisiéramos. Es cómodo pagar esa comida y no tomarnos un esfuerzo previo a salir de casa (en la mañana o la noche anterior) y preparar nuestra propia comida. También es cómodo pretender que solo nos falta un cafecito y ya para ahora sí alcanzar nuestra felicidad, entre otras cuestiones.

Quiero cerrar esta reflexión invitándote a pensar en cómo nos ha hecho daño -y a nuestras finanzas sanas- la cultura del mínimo esfuerzo; esa idea de que si basta con un esfuerzo mediocre, entonces ¿para qué esforzarse como es debido? Ahora, no confundamos el mínimo esfuerzo con el esfuerzo inteligente

Mientras que el esfuerzo inteligente implica hacer lo mínimo posible para obtener el mayor resultado, lo cierto es que este esfuerzo tiene un mayor grado de inversión intelectual. Y, generalmente, se verifica mediante la creación de estructuras, mismas que llevan un buen esfuerzo de por medio. Dicho de una manera más práctica, el esfuerzo inteligente nos pone en una posición de Asimetría Positiva. En la que durante el inicio realizamos un esfuerzo categórico o relevante (digno de aquello que vale la pena) y después, este esfuerzo inicial nos permitirá gozar de un menor esfuerzo que si lo hubiéramos hecho de otra manera.

La clave distintiva entre este pensamiento y la doctrina del mínimo esfuerzo es que esta última tiene como estándar la mediocridad y la búsqueda de atajos. Es la obtención de recompensas inmerecidas mediante ciertos hacks o incluso suerte. Podemos decirnos lo que queramos pero al final, cada quien es consciente de su propio camino. Este tema, es más o menos como decía Naruto en su anime del mismo nombre:

Y si Naruto lo entendía a sus 12-13 años, ¿por qué tú no podrías hacerlo a estas alturas?… Si quieres tener finanzas sanas, es momento de comenzar a pensar y tomar decisiones incómodas. ¿¡A qué esperas!?

Por cierto que, si te ha interesado el tema, algunas recomendaciones de lectura que me permito hacer son las siguientes:

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