El Arte de Ganar Perdiendo

Vivimos -desafortunadamente- en una sociedad de términos absolutos, se gana o se pierde. Se es una persona chingona o se es una persona torpe. Estás aquí o estás allá, para nosotros, no existen las medias tintas.

Estamos condenados a cierto grado de ostracismo ante este tipo de cultura tan irreal, tan artificialmente implantada en nuestro modelo social. Como dijera alguna artista hace un tiempo, la idea es “estar ganando como siempre“. Que, resulta sencillamente ridícula, por no decir más.

¿Existe el “ganando como siempre”?, ¿es posible mantener una eterna racha de victorias y -más importante aún- sin esfuerzo? Ya conoces la respuesta, a que sí. Sin embargo, ante una Sociedad de Consumo en la que nos esforzamos por competir con los demás respecto de que nuestra vida parezca mejor que la de nuestros agregados en la red social, es imposible admitir una fisura en la armadura de confianza y autoestima que tenemos que exhibir día tras día.

Acostumbrados a ver las vidas perfectas que terceros nos exponen desde la comodidad de sus teléfonos, solemos pasar por alto el hecho de que, desde la invención de las redes sociales -y la creciente importancia de validarnos a través de las opiniones de terceros, es decir, de asignarnos nuestro valor según el número de reacciones, comentarios e interés- muchos hemos caído en lo que se conoce como “la cultura de la fachada”.

La Cultura de la Fachada o “no creas todo lo que ves”

Puesto sencillo la “cultura de la fachada” nos indica que no deberías de creer nada de lo que veas en mis redes sociales. El razonamiento es sencillo: Yo tengo un interés por quedar bien frente a ti, y ¡oh adivina! también tengo el mecanismo adecuado para bloquear tu visión de aquello que no quiero que conozcas.
Así como con las selfies que, después de filtros y filtros, suelen revelar -en persona- a alguien bastante diferente de lo que parece en redes sociales, la vida que mostramos (o que vemos) desde nuestras plataformas también suele estar un poco demasiado adulterada (filtrada).

De esta manera podemos observar en redes sociales una serie de éxitos impresionantes, a diversos CEO´s llenos de potenciales empresas millonarias ni-siquiera-hechas-en-papel o inspirados críticos en cualquier materia cuya experiencia analítica se reduce a un coloquio del tema (¡y nos fue bien!). Algo que no encontramos de forma común en las redes sociales, ni en la vida en general, son los fracasos.
Nos han enseñado que no debemos compartir nuestra desdicha, nos hace débiles, vulnerables, parecemos personas tontas e incompetentes. SIEMPRE tenemos que estar felices, sonrientes y sobretodo, ganadores. Pues de lo contrario, ¿¡qué pensarán los demás!?

La felicidad forzada en redes sociales

La mayoría de las personas nunca ha invertido con seriedad por miedo a terminar perdiendo. Y no, no hablo solo de dinero, sino de invertir tiempo, esfuerzo, dedicación y por qué no, una pizca de coraje a distintos asuntos: ya proyectos de negocio, ya relaciones personales o inclusive nuestra propia salud.
No caemos en la cuenta de que nada que valga la pena se ha hecho nunca sin esfuerzo. La mayoría de nosotros opta por una estrategia pasiva, donde vamos avanzando “paso-a-paso” (que más bien es un “pasito-de-bebé-a-pasito-de-bebé”), un enfoque derrotista donde es mejor “no atragantarse” antes que “ampliar nuestro horizonte”. Al final del día, vamos hacia nuestro objetivo, ¿cierto? Pero, ¡esto no es funcional!

Este enfoque puede ser válido para muchos asuntos. como la obtención de nuestra Libertad Financiera o nuestra mejora personal, pero no lo es para todo lo que solemos aplicarlo, dado que en otro tipo de situaciones, no se trata solamente de nosotros mismos: En nuestro progreso financiero, tanto como nuestro desarrollo personal, podría decirse que “nosotros somos el enemigo a vencer” y, en última instancia, cada quien decide el ritmo que quiere llevar: Algunos quieren alcanzar la Libertad Financiera a los 35 y otros prefieren los 70´s… Pero, ¿qué sucede en el ámbito de los negocios y las relaciones?
¿Te crees, siquiera por un momento, que no existen otras personas dispuestas a explotar el Mercado que acabas de encontrar?, ¿o que no hay más gente capaz de tomar coraje para invitar a salir a la persona que te gusta?, ¡no seamos ingenuos!

De esta forma es como terminamos perdiéndonos de muchas potenciales oportunidades que, en la mayoría de las ocasiones, ¡ni siquiera pudimos ver debido a nuestro Miedo! Es así que, tus ganas por nunca perder, te condenan a asumir una postura perdedora para la vida.

Ya llegamos a nuestra primera conclusión: Las pérdidas son, sencillamente, inevitables.

Ahora vamos con el título del artículo; el primer paso para obtener un beneficio de las pérdidas es asumirlas (sorpresa, sorpresa). Es decir, entender que la perfección no existe para los seres humanos. Acaso somos perfectibles, lo cual es un concepto infinitamente más complejo y romántico que la aburrida perfección (estática y monótona), mientras que “lo perfectible” nos invita a mejorar cada día un poco más. Es una batalla por avanzar cada día un poco más hacia la imposible perfección. Sabemos que la perfección está más allá de nuestro alcance, pero cada día nos acercamos un poco más a lo anhelado (una mejor versión de cada cual).

Asumir las pérdidas implica dejar de negarlas o disfrazarlas dentro de nuestra cabeza -recuerda que somos nuestro peor enemigo- para quedar como el máximo ganador o la persona más inteligente de la habitación, se vale perder y llorar las derrotas.
¿Cómo sino aceptando nuestros errores es que podemos mejorarlos? Quien se reconoce a sí mismo/a como un ser perfecto no tiene ya campo de mejora alguna.

La esencia del aprendizaje -y la ganancia- respecto de las pérdidas, se encuentra en la experiencia que podemos adquirir de cada sucesos adverso a nuestros objetivos. Sin embargo, suele suceder que nos empecinamos en repetir lo mismo que venimos haciendo, una y otra y otra y otra vez, ad infinitum (hasta el infinito, como diría Buzz Lightyear). Ahí no está ningún aprendizaje, sino un gasto negligente de recursos tirados por la borda.

Aprende a reconocer tus pérdidas, y aprende de las mismas. En última instancia, mejor aún: Aprende a reconocer las pérdidas de los demás -junto con las propias, claro-, y toma conocimiento de estas.
En este sentido, aunque muchos suelen decir que “la mejor forma de aprender es haciendo y echando a perder” (no podemos negar la importancia de la experiencia propia), tenemos que diferir por cuanto que como también se dice por ahí: “La diferencia entre un hombre inteligente y uno sabio es que el inteligente aprende de sus errores, el sabio aprende de los errores de otras personas”.

Dentro de un tema de gestión de riesgos, siempre que las apuestas se eleven demasiado (poner un negocio o manejar dinero de terceros en la bolsa), quizá convenga una preparación diligente y un aprendizaje previo mediante los errores de quienes pasaron por esto antes que tú.

Un último aporte para cerrar con esta nota: “El Fracaso siempre te dice la verdad (dónde necesitas mejorar). El éxito puede mentir, existe la Suerte.”

Sobre el particular, y aprovechando que hoy es #DomingoDeReflexión, te compartimos este vídeo que consideramos todos deberíamos ver aunque sea en alguna ocasión:

¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!

CUIDANDO TUS FINANZAS

por Miguel A. Caloca, CEO Godín Financiero

2 Replies to “El Arte de Ganar Perdiendo”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *