Largo Plazo vs. Corto Plazo

Comienzo esta nota con una de las pocas verdades absolutas que conozco: No somos seres completamente racionales. Contrario a lo que podría pensarse, el ser humano tiene serios problemas cuando se trata de pensar a largo plazo o en términos económicos.
Venga, seamos honestos, que no extraño preferir siempre el corto plazo, la gratificación inmediata (o la obtención de placer en el corto plazo) frente a la idea de un trabajo arduo y constante -o quizá solamente constante- porque sencillamente esto último no es tan atractivo.

No pensamos en el largo plazo, ni en términos transformacionales. Nos gusta la idea de lo sencillo y la aplicación constante de la ley del mínimo esfuerzo. En este sentido tenemos que, la mayor parte del tiempo, ni siquiera estamos dispuestos a oír mencionar la posibilidad de un cambio, mucho menos si implica esfuerzo grande y constante. Ofrecemos una resistencia tremenda al cambio, siempre que nos encontremos lo suficientemente cómodos.
Meditemos un poco más sobre esto, ¿no resulta extraño que la mayoría de nuestras transformaciones se den solo cuando estamos hartos y “hasta el fondo”? Es decir, si ya sabíamos que nuestras actitudes, hábitos y pensamientos no eran precisamente funcionales, ¿por qué esperamos hasta estar tan mal para cambiarlos de raíz?

DISTRAERSE ANTES QUE OCUPARSE

No es extraño que, a nivel social, tengamos una preferencia por burlarnos de quienes buscan una solución de cambio. Verás, que estoy muy convencido de que nadie tiene realmente ganas de tener problemas económicos, de sufrir escasez o de mantenerse en un trabajo que no les satisface solo porque necesitan el dinero. Pero, nos guste o no, cada vez que cedemos a nuestras emociones, a nuestros impulsos y, en general, a los malos hábitos de consumo, justificándonos diciendo que se trata de “algo normal” (gregarismo, gregarismo), que esto forma parte de esto llamado “disfrutar la vida”, es entonces que, sin darnos cuenta, nos estamos condenando a un futuro desalentador.

¿Cómo justifica la sociedad nuestros pésimos hábitos financieros? Como no, mediante el Ego: “¿Por qué debería cambiar mis hábitos financieros?, solo me la estoy pasando bien, ¡,me lo merezco! Me mato trabajando para esto. No me vas a decir como debo de manejar mi dinero, ¡déjame ser yo mismo/a!”

En resumen, vamos a distraernos (que para algo sirven las grandes dosis de alcohol cada viernes), cambiemos de apariencia, de coche, de pareja, consumamos al máximo, tenemos que emborracharnos de ineptitud y de superficialidad; pero sobretodo, evitemos tocar la esencia, ¡eso requiere de muchísimo esfuerzo! No vale la pena, además… Solo la pasamos mal unos siete días cada quincena, no es tan malo… ¿o sí?
Semejante actitud cortoplacista solamente estaría justificada si nos sintiéramos realmente satisfechos con nuestra vida pero, ¿es así?

Suele suceder que no. Es cierto que somos seres sociales, también lo es que nos han bombardeado con distintas ideas preconcebidas en favor de ciertas compañías (quienes bombardean) sobre lo que significa vivir. Habitamos una Sociedad de Consumo, orientada de forma egoísta e inmediata al placer, al corto plazo y la creación/el aprovechamiento de atajos. ¿Es que el trabajo duro y estratégico nunca dió mejores resultados?

En un retorcido argumento, al tomar distintos atajos nos hemos justificado diciendo que el tiempo es lo más valioso. Y sin embargo, sucede que todos los días sin falta, lo desperdiciamos de manera increíble: Ya en redes sociales, ya en la cama acostados, ya dándole seguimiento a nuestra serie más reciente o viendo una vez más la misma película.

Ante la ausencia de calidad en nuestra vida, nos hemos refugiado en la cantidad para intentar distraernos de la cruda realidad: No somos tan felices, ni estamos tan completos -ni tan plenos- como nos gustaría pensarlo.

ESTA VIDA NO ME PERTENECE

Y es que, bajo la orientación del corto plazo y la obtención de placer como prioridades, suele suceder que, a lo largo de nuestras vidas, hemos evitado muchas de las conversaciones incómodas que forman parte de crecer (recordemos que el placer no es solo su obtención, sino también evitar conflictos considerados como innecesarios o postergables), entre las que incluyo (pero sin que sean todas), las siguientes:

  • La plática del “es mi vida” y agradezco tus esfuerzos, pero yo decido cómo vivirla (generalmente, con los padres);
  • La plática del “no estoy para tolerar tus tonterías, ni tengo porque justificar mis sentimientos ante ti o nadie más y por eso me marcho” (generalmente, con la pareja o algunas amistades cercanas);
  • La plática del “conozco mi valor y sé que me estás pagando menos, así que vengo a exigir un aumento de sueldo” (generalmente, con tus jefes);
  • La plática del “agradezco que veas por mí, pero estudiaré aquello que me apasiona y confío en que si necesito de apoyo, estarás para apoyarme” (padres, de nuevo);
  • La plática del “una posición de autoridad dogmática no implica que sea inferior a ti ni que puedes tratarme como te viene la gana” (profesores, entrenadores y otros ámbitos relacionados);
  • La plática de “soy tu empleado, no tu sirviente y existen límites claros en la prestación de mis servicios profesionales” (jefes, de nuevo)…

Y la lista podría seguir aún un poco más. Sin embargo, he aquí el asunto principal y es que, cuando tomamos la decisión de no confrontar, también estamos tomando una decisión. Y de verdad que. existen formas poco más tristes de morir en vida que cuando terminaste viviendo una vida bajo estándares que no son tuyos en algo que no te apasiona y peor, que lo hayas hecho por omisión.
Nuevamente, puede que no lo veamos, pero evitar tomar una decisión, es terminar tomándola. Pensamos a corto plazo cuando “no queremos pelear” y en el largo plazo: ¿cuál es nuestra recompensa?

Resulta demasiado irónico que, dentro de la cultura general de los jóvenes, hemos crecido pensando que lo merecemos todo, pero -en términos generales- no estamos dispuestos a trabajar ni tenemos el coraje propio para exigir lo que creemos valer.

CONCLUSIONES

Resulta curioso pensar que pasemos cuatro o cinco años de nuestra vida de forma voluntaria, trabajando cinco días -o más- a la semana, durante al menos seis horas para capacitarnos en algo, pero renunciemos a la idea de que aprender finanzas personales o mejorar nuestra educación financiera pasa por un proceso similar. ¡Ojo con la Congruencia!

Muchos buscan -o dicen que buscan- la Libertad Financiera, pero en realidad, ¿cuántas personas conoces que trabajen día con día para llegar a ella? O peor aún, siquiera que entiendan aquello que dicen estar buscando: la Libertad Financiera -o más bien, la razón por la que se aspira a obtenerla-, tanto como el Dinero y la Felicidad son un valor subjetivo.

Recuerda: Cuando se enfrenten cantidad y calidad, así como corto plazo y largo plazo. Siempre debemos preferir a los últimos (Calidad y Largo Plazo)

Y sobre el desgaste del esfuerzo constante (ley del mínimo esfuerzo), aunque no nos demos cuenta, la clave para conformar un camino extraordinario está en los pequeños “extra´s” que vamos dejando día tras día. Esto ya lo sabes pero, NADIE NACIÓ SABIENDO.

¿A quién se le ocurriría deplorar que hagan falta años para construir un hospital y una generación para completar una educación? Entonces, ¿por qué quejarse de los años de perseverancia necesarios para aprender a jugar “El Juego del Dinero”?

CUIDANDO TUS FINANZAS

por Miguel A. Caloca, Socio Fundador del proyecto Godín Financiero

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